Por Bianca Manrique López, Psicoanalista
Se dice que un padre se vuelve padre la primera vez que sostiene a su hijo en los brazos, mientras que la madre ya es tal desde que se sabe embarazada y es que para el hombre el hecho de tener un hijo cuando aún no nace,
es sólo una idea que se proyecta hacia el futuro, mientras que para la mujer es una realidad tangible y casi inmediatamente, pero más aún cuando los cambios corporales son más notables y el crecimiento de la panza se vuelve más evidente, la energía y la atención de dicha madre se vuelcan hacia sí misma, hacia su embarazo y hacia ese hijo que ahora lleva dentro.
Debido a lo anterior, la mujer embarazada puede parecer ensimismada, como si para ella nada importara, sólo el embarazo y ese bebé que está gestándose. El vínculo materno-filial se va construyendo desde que el bebé está en el vientre materno, a través de la comunicación verbal, a través del tacto, del movimiento y de todas las emociones que experimenta la madre. Ese vínculo va creando una huella que permanecerá y acompañará la relación de ahí en adelante.
Es común que debido a la estrechez de tal vínculo, los papás se sientan excluidos de esa diada conformada por mamá e hijo. Las mamás que invitan a sus parejas a participar activamente del embarazo logran que los papás se sientan incluidos. Incitarlos a que platiquen con los bebés, hacerlos partícipes en los preparativos para cuando lleguen, hablar sobre sus fantasías acerca de ese pequeño que pronto saldrá al mundo, son algunas de las maneras en la que las madres ayudan a los padres a envolverse en ese evento tan maravilloso como es la espera de un hijo.
Si bien para la madre es muy importante la contención y el acompañamiento que puede darle su esposo, la necesidad de estar enfocada en sí misma, incubando su embarazo, a veces hace que aparte a todo aquel que pretenda incorporarse a la diada. Y es que no es nada más el cuerpo el que cambia para una mujer embarazada, sino que ésta atraviesa por toda una revolución a nivel psicológico y afectivo. Además de los síntomas y molestias que en ocasiones acompañan el embarazo, el cambio hormonal que hace que su estado de ánimo varíe de un minuto a otro, es común que también surjan muchos temores, especialmente aquellos que conciernen al bienestar y la salud del bebé (si tendrá alguna enfermedad o nacerá prematuramente por ejemplo), así como los cambios físicos que el embarazo pueda dejar en la mamá (los kilos de más, las estrías, las manchas en la piel, etc.), lo que suceda en el parto (si puede ser cesárea, si habrá dolor o se presentarán complicaciones, por mencionar algunos) y por último aquellos temores que tienen que ver con el desempeñar su papel de madre (si será o no buena mamá, si entenderá las necesidades de su hijo, si podrá con la responsabilidad, etc.).
Todos estos temores son frecuentes y normales en el transcurso del embarazo, debido a que es un gran cambio tanto para la madre como para el padre, ya que modificará el estilo de vida al que estaban acostumbrados, traerá a un nuevo integrante a la familia que traerá consigo nuevas responsabilidades y también nuevas experiencias y alegrías. Así, a lo largo de 9 meses, los nuevos papás van creando e integrando su nueva identidad justamente como padres, van estableciendo paulatinamente una reorganización de los intereses, las actividades y las prioridades que tenían establecidas hasta ese momento. Para evitar que la angustia ascienda en demasía, es importante ubicar y poner en palabras todos los temores antes mencionados, con ello se vuelven menos terroríficos y por lo tanto más manejables y permite que pueda gozarse la increíble aventura de esperar un hijo.
Un embarazo es un suceso trascendental en la vida de cualquier persona y acarrea cambios en todos los niveles y ya sea que estos cambios sean fáciles o difíciles de asimilar y/o manejar, la felicidad por la espera de un nuevo ser que fue concebido por nosotros es el mayor motor para transitar por este momento vital. Cada bebé es único, cada tríada madre-hijo-padre es única y entre los tres irán encontrando la manera de ir creciendo, conociéndose, encontrándose y amándose en el camino.