¿Una nalgada a tiempo?

Escrito por Por Bianca Manrique López, Psicoanalista

Seguramente la mayoría de nosotros hemos escuchado que no hay nada mejor para corregir o encausar la conducta de los hijos que una nalgada a tiempo. Utilizadas frecuentemente en generaciones anteriores, hoy prácticamente las nalgadas se han convertido el algo considerado negativo y altamente perjudicial para el desarrollo de los hijos e incluso han llegado a ser asunto de cuestiones legales y de derechos humanos. Pero vamos a examinar la cuestión sin saltar a conclusiones apresuradas.
El castigo físico es muy eficaz, normalmente consigue que la conducta indeseable se detenga casi de inmediato; sin embargo, existen otros métodos que consiguen los mismos resultados a largo plazo. Pero tal vez la cuestión aquí es justamente que una nalgada es muy efectiva en el momento y quizá sea por ello que muchos padres lo utilizan como única o primera opción. No obstante, existen otros casos en que la nalgada es un intento desesperado cuando un papá o mamá han intentado ya todas las formas que conocen para disciplinar a sus hijos y sienten que no les han funcionado.
Creo que no me equivoco cuando digo que para los padres suele ser un trago amargo el momento de disciplinar a los hijos, todos quisiéramos compartir con ellos sólo momentos  divertidos, pero el hecho es que la disciplina es necesaria y lo hacemos porque estamos educando a nuestros hijos y queremos que se desarrollen de la mejor manera. Aún cuando sabemos que esto es así, a veces resulta difícil mantener la calma cuando después de muchos intentos, nuestros hijos siguen presentando un comportamiento inadecuado y suele ser en esas ocasiones cuando se pierde el control y se recurre a la nalgada. Sobra aquí hablar de la ansiedad y sentimiento de culpa que esto puede provocar en los padres a quienes a veces les duele más que a sus hijos cuando les pegan.
Seamos claros, una nalgada no es suficiente para traumatizar a un niño. Es importantísimo distinguir aquí entre una nalgada muy de vez en cuando para corregir una conducta y un maltrato en el que el niño sólo es víctima de la frustración y la agresión de los padres. El problema con las nalgadas es cuando se convierte en una forma habitual de castigo, lo que trae consecuencias diversas. En primer lugar, después de un tiempo empieza a perder efectividad, porque el niño se acostumbra y va generando cierta tolerancia y entonces la intensidad necesita aumentar para volver a ser efectivo, lo que implicaría la posibilidad de llegar a lastimarlo.
Por otro lado genera mucho resentimiento y tiende a ir desgastando la relación entre padres e hijos y éstos se comportan de la manera que es esperada y obedecen por temor, más que por convicción de lo que está bien. De igual forma, al dar una nalgada, estás enseñando a tus hijos cómo lidias con el enojo y la frustración: con violencia y ese es un comportamiento que seguro aprenderán, así como el mensaje de que causarle dolor a otro está bien.
Mi sugerencia es que si das una nalgada, sea porque estás convencido de que es lo mejor para educar a tu hijo y no porque no pudiste controlar un impulso. El estrés cotidiano, lo desgastante de tu función como papá o mamá, así como algunos de los comportamientos desagradables de tus hijos pueden ponerte en un estado de ánimo difícil y un lugar vulnerable para perder el control, por ello vale la pena tomarse unos segundos para respirar profundo y pensar muy bien cómo quieres reaccionar y disciplinar a tus hijos cuando así lo amerite, para de esa manera ir fomentando el autocontrol (que por cierto también aprenderán tus hijos a través del ejemplo).
Recuerda que tienes otros métodos a tu disposición dependiendo de la edad que tengan tus hijos como por ejemplo el tiempo fuera, el reforzar las conductas positivas y aplicar consecuencias a conductas negativas, entre otros. La congruencia, consistencia y la convicción al aplicarlos ayudarán a que todos ellos sean más efectivos.

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