De niños siempre nos preguntábamos o nos preguntaban, a quien queremos más a papa o a mama, rápidamente contestábamos “A los dos por igual”. Pero en realidad me quedaba con una sensación de culpa fuerte. Y qué pasaría si a veces sentía que quería más a mi papa pues en ese momento me enojaba con mi mama o al contrario que me sentía muy unida a mi mama y tenía remordimientos de infidelidad hacia mi padre.
En toda familia donde existen varias personas unidas en pactos de sangre, con sentimientos profundos es común que aparezca la pregunta ¿a quién quiero más?
La culpa que sentíamos de niños cuando debíamos decir a quien preferíamos mas de nuestros padres no es nada comparada a la que sentimos como padres al pensar que podemos querer a nuestros hijos de forma distinta.
Esta culpa que llevamos muchas veces los padres no es correcta y para que nos sea más fácil ser padres tenemos que sacarla afuera y hablar con la verdad. Nosotros no queremos a todos nuestros hijos de la misma manera. Nosotros queremos a cada uno de forma distinta, esto quiere decir que los amamos de diferente forma.
No hay diferencia en la responsabilidad que sentimos por cada uno de nuestros hijos, en los temores, en los deseos de bienestar y en la preocupación de que crezcan felices y sanos o en el compromiso nuestro de otorgarles todas las necesidades físicas y sentimentales con cada uno de nuestros hijos sin diferencia.
Lo que sentimos como padres es que hay una química distinta con cada uno de nuestros hijos en nuestras relaciones especiales.
El encuentro entre padre y cada uno de sus hijos es un encuentro entre dos personas distintas, en donde se mesclan tonos de personalidades diferentes de cada uno de ellos, la misma situación pasa con cada uno de nuestros amigos, cada uno saca de nosotros distintas fases de nuestra personalidad.
Esta el niño que saca a fuera nuestro sentido del humor pues todo lo que le decimos, lo divierte, y por lo contrario esta el que siempre discute y se revela a todo lo que comentamos, o el niño inteligente e intuitivo que refleja madurez. Todos estos niños son de la misma familia y de los mismos padres.
En todas las familias existe una división interna. Esta el niño bueno, que se adapta a cada situación y el que se revela, el caprichoso, el individualista, el que te abata durante todo el trayecto.
Acá entra el conflicto con los sentimientos, pues con el niño que te es difícil lidiar, sentimos mayor enojo, cansancio y frustración y frente a él nos sentimos que fracasamos como padres. Por supuesto que todo esto no nos quita el amor y la responsabilidad que tenemos hacia él, pero nos saca la alegría y la paz en nuestra relación padre-hijo.
Podemos reconocer nuestros sentimientos. Está bien. Lo importante es que esta situación no te aleje de tu hijo o quedes menos de ti misma. Es importante recordar que este niño difícil es el que te va ayudar a crecer como padre pues para llegar a él necesitaras abrirte y buscar soluciones más creativas.
A veces las dificultades que pueden existir entre un padre e hijo en especial, tienen que ver con la diferencia de personalidad entre los dos, por ejemplo un padre muy activo y pedante puede tener dificultades con un niño lento y distraído.
Tenemos que saber recibir con naturalidad los sentimientos que despiertan las diferencias de carácter entre nuestros hijos y nosotros como padres. El niño que es tan distinto a ti es el que te abrirá mundos nuevos y experiencias que no las hubieras pasado solo.
Nuestra responsabilidad como padres es saber repartir con equidad nuestro amor entre nuestros hijos y no hacer ninguna distinción entre ellos en ningún aspecto de la vida, aun en momentos que sentimos distinto.
Nuestra función como padres es preocuparnos en desarrollar una relación con cada uno de ellos y en especial con los que son más difíciles.
Las diferencias que nosotros sentimos en nuestros sentimientos hacia cada uno de nuestros hijos dependen de la época en que cada niño pasa. Hay épocas en que un niño en especial capta todas nuestras fuerzas y pensamientos, puede ser un niño de 4 años o una adolescente de15 años.
Cada uno de nuestros niños recibirá en el transcurso de su vida, atención especial en diversas situaciones, en donde nuestro corazón se derretirá de amor y orgullo y eso no quiere decir que queremos menos a los otros hijos.