Por Bianca Manrique López, Psicoanalista
“Señora: Carlos le pegó otra vez a Daniela y a Santiago”, una frase que ningún papá quiere escuchar. En general para los padres es difícil escuchar cualquier reporte de que sus hijos no se portaron “bien”, pero cuando se trata de que golpeó, mordió o lastimó a otros niños, la cosa se pone peor. Sin embargo, a diferencia de lo que suele pensarse – porque hay niños en los que es una conducta más marcada – es un comportamiento que suele presentarse en mayor o menor medida alrededor del año o año y medio y que se extiende aproximadamente hasta los tres años y que es parte normal del desarrollo y del proceso de socialización.
¿Por qué es así? Resulta que los niños en edad preescolar tienen una muy baja tolerancia a la frustración y ésta se va incrementando lentamente; esto significa que cualquier cosa que genere frustración puede desencadenar la conducta de golpear, morder, arañar, etc. etc. Si a esto le agregamos que su impulso hacia la independencia está en su máxima expresión, es fácil comprender por qué se frustran tan fácilmente. Aún más, su control de impulsos es todavía muy pobre y encima de todo no pueden aún emplear el lenguaje para comunicarse y entonces expresan su frustración empleando su cuerpo.
¿Y qué hago? Es importante verbalizar lo que ellos no pueden, decir por ejemplo: “Estás frustrado” o “Te enojaste porque no te prestó su juguete”, de tal manera ayudándolos a comprender qué es lo que les pasa y que su conducta no es la mejor forma de resolverlo.
Procura que a su conducta la sigan consecuencias lógicas. Por ejemplo, sepáralo del grupo con quienes está jugando si le pegó a alguien o retírale un juguete si lo está aventando y lastima a los demás. Con esto irá comprendiendo que ese comportamiento en particular le trae consecuencias poco agradables y se irá limitando poco a poco.
Responde de inmediato, en cuanto se presente la conducta indeseable y hazlo cada vez que aparezca, es decir, sé consistente. Si lo reprendes después de mucho tiempo, ni siquiera recordará qué es lo que pasó y no encontrará una relación entre su conducta y tu respuesta.
Anímalo a que encuentre alguna alternativa para expresar sus sentimientos. Con esto le ayudarás para que pueda buscar una mejor manera de responder cuando se siente de determinada manera y no sólo a través de golpear.
Para ayudarlo a reparar, aliéntalo a que le pida perdón a quien lastimó, aunque si es muy pequeño probablemente todavía no pueda comprenderlo, con esto le irás enseñando a ser empático con los sentimientos de los demás.
Recompensa la conducta opuesta y con recompensar no me refiero necesariamente a algo material, una simple frase como: “Te portaste muy bien” o “Estoy orgulloso (a) porque jugaste con todos sin pegarles”, pueden reforzar este tipo de conductas e ir extinguiendo las negativas.
Procura que tenga actividades físicas en las que pueda gastar el exceso de energía que tal vez aún no sabe canalizar. Si además dichas actividades son grupales, aprenderá también a seguir turnos a convivir con otros y en general a socializar.
Cuida los programas o juegos a los que están expuestos, ya que muchos son modelos de conducta violenta y agresiva y a esta edad la imitación puede ser indiscriminada y peligrosa.
Por último, evita responder violentamente a su comportamiento. Si lo haces le estás queriendo enseñar que está mal agredir a los demás, al mismo tiempo que tú lo estás agrediendo. En general, recuerda que la palabra invita, pero el ejemplo arrastra, si tu hijo observa que tú tienes alternativas para expresar tu enojo o tu molestia, sin necesidad de agredir a los demás, eventualmente él también lo hará. Sé paciente porque hay algunos niños que tardan un poco más en salir de esta fase y requerirán que los acompañes en el camino.
Nuevamente hago la recomendación de acudir con un profesional que pueda asesorarte si sientes que estas conductas están presentándose en exceso o si no encuentras la manera de lidiar con ellas.