Es común una gran intensidad en las emociones y cambios bruscos de humor, como pueden estar brincando de alegría en un momento, al siguiente pueden estar furiosos porque algo no les gustó y tener un exabrupto o retirarnos el habla y a los cinco minutos llorar amargamente porque tuvieron una pelea con algún amigo (a).Es también frecuente que se dé cierto aislamiento, como una especie de retirada y mucha, mucha necesidad de privacidad, parece que sólo quieren estar encerrados en su cuarto cuando están en casa, que no les interesa convivir con los demás miembros de la familia y que su vocabulario al hablar con sus papás se reduce a “sí” y “no” o “no sé”, ¿te suena conocido?Un cambio también perceptible es una mayor preocupación por su apariencia, que parecía tenerlos sin cuidado cuando eran niños, pasan largos ratos mirándose en el espejo y parecen no sentirse a gusto con cómo se ven; de pronto empiezan a darle mucha importancia a lo que opinan los demás de él, un barrito en la cara el día antes de la fiesta puede ser fatal e intentar ir de compras con ellos puede ser un verdadero martirio, porque no les gusta cómo se les ve nada de lo que se prueban y además seguramente odiarán cualquier cosa que a ti como papá o mamá te guste.En general, se trata de una etapa poblada de dudas y contradicciones, se preguntan sobre sí mismos, sobre el futuro, sobre qué sucede en su interior, experimentan una cantidad de sensaciones nuevas y eso los confunde. Cuando los papás se preguntan, ¿qué le pasa a mi hijo? Es importante pensar que sus hijos también se preguntan lo mismo, que a veces no saben ni siquiera el porqué de su rebeldía y actitud desafiante.
Pero entonces, ¿Cómo se explican todos estos cambios? Se conjuntan muchas situaciones para el resultado final, por un lado es una reacción a los cambios físicos que llegan casi sin dar aviso, de golpe y que se suceden a gran velocidad; el impacto de las hormonas también juega su papel importante, pero no son las únicas responsables, también participan las tareas vitales que tienen que cumplirse en esta etapa.
En primer lugar el adolescente tiene que definir su identidad, que si bien la ha ido construyendo paulatinamente, tiene que tomar su forma “final” al cerrar la adolescencia y eso implica una definición vocacional, la elección del rol sexual y de identidad personal, lo que los sumerge en un remolino de emociones y dudas que muchas veces son difíciles de manejar.
Así mismo, debe de darse una separación emocional de los padres, un logro de independencia que los lleve a dejar atrás la niñez y a convertirse poco a poco en adultos. Suena fácil, pero en realidad no lo es, ya que dejar de ser niños es una pérdida y por lo tanto debe ser elaborado un duelo, lo que a veces los sume en una tristeza que no era característica en ellos. Además por mucho que ahora deseen ser “grandes” y contar con muchas mayores libertades, también añoran los años en los que no había responsabilidades y en los que podían tener constantemente a mamá y a papá. Es por esta tarea a cumplir que el grupo de pares se vuelve tan importante y que ser aceptados por sus amigos tan primordial.
Los adolescentes están constantemente explorando nuevas formas de expresar sus emociones y haciendo ensayos de quiénes son, por eso nos parecen tan cambiantes, tan impredecibles, pero es importante pensar que todas estas situaciones son necesarias para consolidar su identidad y lograr la independencia. Es por esto que debe de darse necesariamente una modificación de papeles en el ámbito familiar, una renegociación, en otras palabras un ajuste de reglas de funcionamiento como familia, los papás no podemos seguir siendo los mismos que éramos cuando teníamos un niño en casa y los adolescentes no pueden seguir siendo los mismos chiquitos de siempre, que aunque a veces se antoja que así sea, también los logros y las nuevas y ricas habilidades y características que van adquiriendo pueden dar mucha satisfacción a la familia entera.
Algo muy importante a considerar es que si los cambios emocionales son excesivos (en número o en intensidad) o si el aislamiento se vuelve algo extremo, así como si los periodos de tristeza se vuelven demasiado prolongados e intensos, son señales de que algo no anda bien y lo mejor será consultar un especialista que los oriente.