Escrito por Bianca Manrique López Psicoanalista
Las pérdidas son parte natural de la vida, algunos más temprano, otros más tarde, pero la realidad es que todos tenemos que enfrentarnos a la muerte de un ser querido. Siendo esto así, ¿Cómo acompañar a nuestros hijos durante sus primeras pérdidas?, ¿Cómo explicar algo tan complejo como la muerte?
Una reacción habitual es ocultar la verdad con el fin de evitar que sufran. No obstante, ha sido comprobado en múltiples ocasiones, que aún los niños más pequeños que no tienen una clara noción de lo que es la muerte, tienen una sensibilidad que les permite captar que algo está sucediendo y apartarlos de la realidad sólo complica el proceso de duelo. Entonces comencemos por acordar una cosa: hay que decirles la verdad.Ahora, ¿Cuándo decirles? Lo más pronto posible. Especialmente cuando la pérdida es de alguien muy cercano, lo más probable es que las primeras horas (o incluso días) sean de gran agitación, intensidad y confusión, por lo que lo recomendable es esperar a que esa intensidad decrezca un poco, para tomar un tiempo para dar la noticia y explicar lo sucedido.La posibilidad de comprensión de cada niño se debe parcialmente a su nivel de desarrollo. Así, para los niños menores de 6 años, la muerte es temporal o algo reversible. Como el pensamiento es aún egocéntrico, es decir que la explicación que tiene del mundo es que todo lo que en éste sucede gira en torno a él, suele ser frecuente que sientan que ellos son los responsables de la muerte, por lo que es de gran importancia señalar que no ha sido su culpa, aún si se enojaron con ellos o les dijeron algo “malo”.
A partir de los 6 años, se va adquiriendo gradualmente la capacidad para comprender que la muerte es un fenómeno irreversible y la posibilidad de comprender la relación entre causa y efecto va volviéndose parte de su capacidad intelectual. Aún así, en cualquier edad es importante decir claramente que “ha muerto” y evitar el uso de frases como “ya no está con nosotros” o “se ha ido”, porque dichas frases no tienen el carácter de definitivo que sí tiene la muerte.En especial con los niños más pequeños es de gran importancia hablarles sobre qué significa muerte, es decir, que el cuerpo ha dejado de funcionar, que la persona ya no respira, no come, no habla, no se mueve, etc. Para ello puede resultar útil hacer referencia a otros acontecimientos de muerte, como con las plantas o las mascotas o el familiar de algún amiguito.
Por otro lado, es conveniente explicar sin demasiado detalle, pero verazmente la causa de la muerte. Si se trató de una enfermedad es muy importante hacer la distinción entre una enfermedad grave que puede llevar a la muerte y las enfermedades que ellos han padecido como resfriados o infecciones estomacales, aclarando que dichas enfermedades, comunes en el día a día no provocan la muerte, ya que de otra manera, puede acrecentarse su temor a morir o a perder a sus padres u otras personas cercanas cada vez que se enfermen.En particular cuando el pensamiento del niño es aún concreto, hay que tratar de evitar en la medida de lo posible decirles cosas que les puedan llevar a formarse conceptos erróneos, como: “El abuelo siempre estará contigo” o “No se ha ido”, que para ellos puede ser traducido como que está presente físicamente o los está vigilando; en este caso es mejor usar frases como: “Estará siempre presente en tus recuerdos” o si es un poco mayor: “Podemos hablar de él y recordarlo y así sentiremos que está en todas las cosas lindas que vivimos con él”. Es fundamental hablar con naturalidad de la persona que ha muerto, para quitarle la carga de un tema prohibido o taboo.En muchas ocasiones, los niños tienen múltiples preguntas y piden explicaciones. Cuando esto sucede es importante resolver todas sus dudas con claridad y de acuerdo a su edad, en un lenguaje comprensible para ellos. Cuando no es así, es substancial invitarlos a que lo hagan, animarlos a que expresen lo que sienten, ya que aunque haya muchas cosas que no entiendan, el que puedan tener la convicción de que está bien hablar de la muerte les resulta bastante tranquilizador. De igual manera, mostrar tus propios sentimientos no es sólo normal, sino puede ser benéfico, ya que el niño se siente acompañado en su pérdida, puede comprender con menos dificultad su dolor y animarse a expresarlo.Por último, lo más recomendable es permitirles atravesar a su paso y a su manera todas las fases del duelo sin presionarlos o detenerlos; la negación, el enojo, la tristeza, son parte del proceso, son necesarias para sanar las heridas, llegar a la aceptación y poder decir adiós.
Por otro lado, es conveniente explicar sin demasiado detalle, pero verazmente la causa de la muerte. Si se trató de una enfermedad es muy importante hacer la distinción entre una enfermedad grave que puede llevar a la muerte y las enfermedades que ellos han padecido como resfriados o infecciones estomacales, aclarando que dichas enfermedades, comunes en el día a día no provocan la muerte, ya que de otra manera, puede acrecentarse su temor a morir o a perder a sus padres u otras personas cercanas cada vez que se enfermen.En particular cuando el pensamiento del niño es aún concreto, hay que tratar de evitar en la medida de lo posible decirles cosas que les puedan llevar a formarse conceptos erróneos, como: “El abuelo siempre estará contigo” o “No se ha ido”, que para ellos puede ser traducido como que está presente físicamente o los está vigilando; en este caso es mejor usar frases como: “Estará siempre presente en tus recuerdos” o si es un poco mayor: “Podemos hablar de él y recordarlo y así sentiremos que está en todas las cosas lindas que vivimos con él”. Es fundamental hablar con naturalidad de la persona que ha muerto, para quitarle la carga de un tema prohibido o taboo.En muchas ocasiones, los niños tienen múltiples preguntas y piden explicaciones. Cuando esto sucede es importante resolver todas sus dudas con claridad y de acuerdo a su edad, en un lenguaje comprensible para ellos. Cuando no es así, es substancial invitarlos a que lo hagan, animarlos a que expresen lo que sienten, ya que aunque haya muchas cosas que no entiendan, el que puedan tener la convicción de que está bien hablar de la muerte les resulta bastante tranquilizador. De igual manera, mostrar tus propios sentimientos no es sólo normal, sino puede ser benéfico, ya que el niño se siente acompañado en su pérdida, puede comprender con menos dificultad su dolor y animarse a expresarlo.Por último, lo más recomendable es permitirles atravesar a su paso y a su manera todas las fases del duelo sin presionarlos o detenerlos; la negación, el enojo, la tristeza, son parte del proceso, son necesarias para sanar las heridas, llegar a la aceptación y poder decir adiós.