La ansiedad es una reacción natural del organismo cuando nos sentimos amenazados ante una situación. En realidad la ansiedad no debería tener una connotación negativa, existe esta tendencia porque genera reacciones fisiológicas y emocionales que nos resulta difícil manejar. Si lo vemos desde otra perspectiva, la ansiedad ayuda a que muchas veces nos protejamos del peligro, así como también funciona de motor para emprender una actividad, como el aprendizaje.
Este estado afectivo se vuelve un problema cuando rebasa los niveles que podemos tolerar y manejar, se puede manifestar en emociones intensas, síntomas en el cuerpo, malestar general, ataques de angustia, enfermedades, etc. Los factores que intensifican estos niveles de ansiedad son muy variados, desde alguna cuestión fisiológica hasta un evento que sea traumático. Cabe destacar en este punto, que al hablar de un evento traumático me refiero incluso a aquellas situaciones constantes que caracterizan el ambiente de la persona, por ejemplo las peleas entre padres que presencia un niño.
La ansiedad se halla íntimamente ligada al aprendizaje, podríamos pensar que para generar un proceso significativo de aprendizaje es necesario tener ciertos niveles de ansiedad. Pongamos un ejemplo para esclarecer esto: Un niño que viaja al extranjero se verá en la necesidad de comunicarse en inglés con otros niños, al no tener suficiente herramientas para hacerlo puede sentirse frustrado y aumentará la ansiedad. La forma en que se canaliza la ansiedad puede ser diversa, si el niño no tolera la frustración puede reaccionar con enojo y desistir de comunicarse o bien puede motivarse a aprender el idioma, pero es la ansiedad y los recursos para manejarla es lo que determina la respuesta ante dichas situaciones, si no hubiese ansiedad el niño no generaría estrategias para enfrentar los retos.
Con lo anterior nos damos cuenta cómo la ansiedad en niveles excesivos puede impedir o dificultar los procesos de aprendizaje, problemas para entender y seguir instrucciones, para mantener ciertos periodos de atención y procesar la información recibida, retener o memorizar el conocimiento, etc.
Muchas veces no resulta fácil detectar en casa cuando un niño está padeciendo de mucha ansiedad, hasta que se refiere desde el ámbito escolar que no está logrando los objetivos esperados para el grado en que se encuentra.
Si no hay suficiente claridad de los factores que impiden el aprendizaje se remite al niño a una valoración diagnóstica, en la que se determina si es algún problema cognitivo o emocional, e incluso si puede haber alguna afección neurológica. Esta situación suele generar mucha angustia en los padres, sobre todo cuando hay incertidumbre sobre lo qué está afectando a su hijo. Y así como el niño tiene diversas reacciones ante lo que está sufriendo, los padres también. Por lo general buscan algunas estrategias para apoyar a su hijo, incluso buscando ayuda de personas expertas, sin embargo también llega a suceder que ante la angustia prefieran no ver el problema, en otras palabras “negarlo”, porque también les resulta intolerante la idea de que su hijo pueda tener algún problema, o bien porque se viven impotentes de ayudarlo. Esto nos lleva a reflexionar por qué muchas personas abandonan posteriormente los estudios, al sentirse impotentes prefieren no exponerse a situaciones que les generan estrés.
¿Cómo detectar oportunamente que nuestro hijo está padeciendo de ansiedad? Si bien las manifestaciones son variadas, algunas son:
- Excesiva timidez.
- Miedos persistentes (monstruos, oscuridad, etc.) que impiden llevar alguna actividad.
- Pesadillas recurrentes que pueden alterar el sueño.
- Insistencia para dormir con los padres.
- Reacciones de llanto incontenible al separarse de los padres.
- Negativa rotunda a ir a la escuela.
- Berrinches frecuentes, con dificultades para conciliar.
- Mal humor, retaliación.
- Hábitos excesivamente rígidos.
- Enfermedades recurrentes o manifestaciones somáticas como dolor de cabeza, dolor de estómago, dermatitis, caída de cabello, etc.
EL poder detectar a tiempo estos elementos posibilita que nuestro hijo tenga un desarrollo óptimo, a veces se trata únicamente de un tropiezo en su desarrollo que de no ser atendido se puede convertirse en un problema permanente que se va transformando en un rasgo de su personalidad y con el cual tendrá que batallar siempre. El aprendizaje es un proceso constante y dinámico, lo que implica involucrarse con el niño, que no sólo está en las aulas de la escuela, ya que aprendemos a enfrentar la vida según nos educan los padres.